viernes, 20 de junio de 2008

Me largo de aquí. Adiós Yeni, adiós.

Son las siete menos cuarto. Hace poco que ha amanecido y yo he estado despierta para verlo. Qué idiota... llegué a las dos de la madrugada a casa... y me he quedado despierta toda la noche.
Mientras me duraba el pedo le escribí un mail a Alejandro Parreño.

El cristal de mis ventanas está sucio, los pájaros cantan y no hay nadie por la calle.

Mi padre viene hoy, con su mujer, a ayudarme a trasladar mis cosas a mi nuevo piso. Sí, me voy de aquí. Huí de la residencia de monjas hace un año y este año me largo de estos apartamentos universitarios. Un lugar de residencia por curso universitario. No está nada mal, ¿no?

A saber qué cojones está bien.

Me está doliendo ver Operación Triunfo. Qué idiota. Me siento tan jodidamente identificada con Virginia... Es que son incapaces de entender su forma de ser introvertida.

Me ha encantado cuando tres de esos amanerados (porque las tienen, las maneras, aunque no saben guardar las formas) han enviado un vídeo mensaje a los fans que visitan la web del programa, diciendo que no apoyen a Virginia, porque Operación Triunfo es un programa de cantantes y no de payasos.
Claro, ella es una payasa, ya que es la única que no entra en su juego de súper happy de la vida soy Rita Pavone con un rabo enorme. A saber.

Pero voy a dejar de hablar de Virginia y Operación Triunfo... que esto va a terminar convirtiéndose en un fotolog. Y yo no tengo catorce años.

Y es que me está haciendo mal ver este programa. Porque sí, porque ya no tengo catorce años, como cuando veía con Sara y Paula O.T 1 en casa de la segunda y después nos poníamos moradas de donettes en el súper del pueblo. Porque me está doliendo recordar y darme cuenta de que no me queda nada de lo de antes, y de lo que fui ya no quiero tener nada. No quiero tener O.T, ni donettes, ni aquel pueblo. Y creo que lo dejé claro aquella tarde de 2003. O nos vamos de aquí o me vuelvo loca en este pueblo. En esta secta. En esta moral hipócrita, en esas clases de piano o en el chamizo de la discordia. No quiero volverme a sentir oprimida por un grupo.

No quiero tener que conocer a tanta gente, que comportarme de cierta manera. Ni tener que dar explicaciones. Cómo soy, cómo me comporto. ¿Cómo cojones tengo que comportarme para ser yo?

Si ser normal es ser como tú, en serio... soy rara y a mucha honra.

Me pregunta Sasu por messenger que cuándo cojones vuelvo a Logroño, que se está muriendo de asco y necesita una fiesta de chochos en su piscina. Me llama Marta y me dice “no se lo digas a nadie”. Y al colgar pienso para qué cojones quiero más. Y luego me pongo a pensar, también, en qué cojones me va deparar el próximo curso en Valladolid. Qué cojones va a pasar en ese piso con Sara y Judith. Pensando en los conciertos a los que no van a querer ir, por ejemplo. Debería aprender a ir sola a los sitios. Pero recuerdo lo patética que me sentí al ir sola al Bretón (teatro de Logroño) a ver El retrato de Dorian Gray y ver a mi actual novio con su antigua novia y no sé cuánta gente más.

Necesito hacer un casting de amigos que me aguanten y quieran ir conmigo a conciertos, a beber vodka, fumar algo y ver películas en versión original. Pero abstenerse emos o mods, por favor. Necesito un amigo, no un modernito pedante gafapasta.

Y quiero sentir que tengo 20 años y no 15, porque no quiero volver a lo mismo. La residencia del año pasado, estos apartamentos... me siento rodeada de gente igual de adolescente e hipócrita que hace seis años, en el instituto. ¿Hasta cuándo se va a alargar esto?
No puedo madurar rodeada de tanto anormal.

jueves, 1 de mayo de 2008

Estalactica

El fin de semana pasado, aprovechando que Yeni se iba a pasar unos días a casa de sus padres, invité a mi novio a quedarse en el piso.

Independientemente de si bien o mal, el caso es que el primer día cociné yo, así que él se encargó después de fregar los platos mientras yo recogía un poco la habitación.

- ¿Esta sartén es tuya? – Me pregunta desde la cocina.

- ¿Cuál?

- Ésta, mira...

Y fui. Él estaba mirando fijamente dentro del escurre-platos, con cara de asco. Y no era para menos... Porque dentro había esto:

- Es de Yeni.

- Joder, pues si que es guarra de cojones.

En la vida he pasado mayor vergüenza ajena.

lunes, 21 de abril de 2008

La trágica muerte de la hormiga atómica

Hay cosas difíciles de comprender. Como, por ejemplo, que un hombre decapite a su madre y pasee la cabeza por las calles de su pueblo.
­Debajo de la mesa del salón hay un plástico con forma de pajita. Sí, es la “funda” de una pajita de un zumo pequeño. Sí, lo es. Y está ahí, desafiante en el suelo del salón. Y ahí seguirá... porque me niego a recogerlo. No es mío. Si se me hubiera caído, aunque sólo fuera por miedo a quedar como una cerda, lo hubiera tirado a la basura.
Es jueves... desde el lunes igual ya se ha quedado pegado permanentemente al suelo.
Anoche sucedió algo realmente extraño: descubrí que la tele nos convierte en zombies. Ocurrió mientras yo hablaba por teléfono con mi novio. Yo estaba en la cocina y la conversación era algo muy simple:
- Pues había pensado ponerme unas croquetitas que tengo en el congelador. No sabía que me quedaban aún desde la última vez que compré, pero esta tarde vi una bolsita abierta... – Blah, blah, blah. El caso, que pensaba que me quedaban unas putas croquetas. Seguí hablando con él mientras sacaba la sartén, calentaba la placa, echaba el aceite... y saqué la dichosa bolsita para darme cuenta de que no eran croquetas, que era una extraña comida de Yeni congelada. Me eché a reír, miré a Yeni, - que estaba acomodada en el sofá y perpleja ante la tele – y se lo dije. Ella siguió impasible, atenta a física y química. Pensé que me había visto intentar cocinar sus lo que fueran y que estaba enfadada, así que insistí: Fíjate qué cabeza, que a punto he estado de ponerme tus... estas cosas. Y entonces me di cuenta: no estaba enfadada, ni siquiera se había dado cuenta de que había sacado aquello del congelador. Estaba, literalmente, poseída por la tele.
Guardé la bolsa y empecé a hacerme otra cosa, mientras seguía al teléfono... Y, de repente, escucho un grito: Yeni. Qué ocurre, le pregunto, “una hormiga enorme”, me responde. Coge el insecticida y lo vacía casi sobre el pobre animal. Bueno, reconozco que era grande: las típica hormiga atómica voladora, pero algo inofensivo después de todo. Pues bien, después de vacíar el insecticida sobre ella, la pisó e inmediatamente cogió la fregona para limpiar el charcazo de compuesto químico utilizado para matar insectos. Sí, he dicho fregona.
Terminé de prepararme la cena y me la llevé al cuarto para seguir hablando con mi chico tranquilamente. Después de un buen rato, salí de nuevo al salón para colgar el teléfono y vi que en el suelo había una cosita negra moviéndose tristemente. Sí, era la m­aldita hormiga que, a parte de seguir viva, seguía ahí: en el lugar del crimen. Como si la hubiera matado en el monte, de donde ella –la Yeni, como la hormiga- proviene, la dejó ahí. Vamos, el no va más... Es que ya no sólo se la sopla que las pelusas se aferren como locas a las patas del sofá, no. Tal vez sienta aversión por la escoba. Tal vez en su tribu las cosas han de permanecer en el lugar exacto donde perecieron. Tanto las migas de pan, como los pelos, las pelusas y las hormigas que entran en casa sin contrato laboral.
Cogí la escoba e hice lo de siempre: lo que ella no. Recogí a ese pobre engendro agonizante y lo tiré a la basura. Yeni salió en ese momento de su habitación y, para colmo, me dijo:
“Ya me dijeron que en este tiempo aparecen hormigas... y lo próximo son las cucarachas.”

No quiero ni imaginarlo. No quiero, por favor, imagen ¡sal de mi mente!

martes, 15 de abril de 2008

aceite y derivados

No la soporto. Puede estar mal que diga esto, vale... pero no la puedo aguantar. Ese orgullo de ser barriobajera, su mala educación, su bastedad, su dieta de fritanga que llena el salón de olor a coño viejo. No soporto oírla hablar por teléfono. ¡No me importan tus conversaciones! Pero he llegado a la conclusión de que no es capaz de hablar bajo. Y ya no bajo, sino.... ¿normal? ¿A un volumen 3 en una escala de –10 a 10? Incluso a un volumen 6... Yo a 0, o a –3.... tú a 6, ¿vale? ¡Pero no a 10! Además para no decir absolutamente nada. El Jony, Física o química (la serie) y parafrasear lo que dicen en el programa de Susana Griso.... Mierda digerida para alimentar los cerebros podridos de las amas de casa... Porque quieren eso: crear analfabetas.

¡ a mí que cojones me importa cómo van vestidas las ministras! Lo que me importa es lo que vayan a hacer... Pero se ve que a la gente que se queda en casa por las mañanas sólo les importa el pienso que vomitan otros.

Puede que estar con la regla en este preciso momento, y que el dolor me esté aprisionando las entrañas... Puede ser por que en este momento quisiera no tener útero, que querría darselo a ella, ¡y que lo ponga a freír!, por lo que estoy así de agresiva e intolerante... Vale, puede ser. Pero no soporto que sea tan sucia, que llene la cocina de mierda (dígase aceite y derivados) y el salón de migas y no sea capaz de limpiarlo después. Estoy harta de su dejadez.

Harta de que sea tan desagradable, tan basta, tan maleducada... ¡tan rural!

jueves, 6 de marzo de 2008

La niñera

- Me ha llamado una amiga mía toda feliz.
Yo estoy en el sofá, fumando un cigarrillo, tranquilamente.
- Que está preñada.
Subo las cejas y la miro:
- ¿Qué?
- Me dice: "Hola Yeni, que estoy embarazada", y como me lo ha dicho toda feliz, pues yo me he quedao como "qué la digo" y le digo: Enhorabuena. Y me responde ella: "No, si te llamaba para decirte que pronto nos veremos, porque me tienes que acompañar a abortar". Joder, macho, pero que lo más fuerte no es eso, que es que con esta ya son tres veces las que aborta.
- ¿Y cuántos años tiene?
- 18.
- Joder. - Me parece alucinante que esté contando algo así. ¿Tres abortos con dieciocho años? ¿No existen condonos, píldoras, parches, diafragmas y la maravillosa píldora del día después? - Pero si lo dificil en estos tiempos es quedarse embarazada.
- Nada, y me dice: "No, si es buscado". Y le pregunto yo, qué dices, y ella me contesta: "porque ya sabía que esto iba a terminar pasando".
- Tu amiga, o es muy fertil o es gilipollas. - No me puedo contener.
- ¡Y encima con uno casado! Casado y con dos niñas. Pero calla, que es que encima ahora él la ha contratado para que cuide a sus niñas. Y ella ha aceptado, que dice que así le ve más.
- Pues sí que le ha salido bien la jugada a ese cabrón.
- Y ya le he dicho a mi amiga: "¿cómo te vas a sentir cuando bese a su mujer, o cuando las niñas hagan dibujos de sus padres?" Pensará: esa que has dibujado con tu padre debería ser yo. Y pobrecita, que piensa que él la quiere de verdad. Y ya le digo yo, que ese sólo la quiere para echar polvos de vez en cuando. Mira, sale de trabajar, la va a buscar, se van a su casa y en media hora ya la trae de vuelta.
Que poco aguante, pienso yo.
- ¿Y está embarazada de él?
- Buf, quién sabe, si es un poco putilla. Pero claro, como a él no le conviene que se quede embarazada pues corre a pagarle el aborto. Total, cuatrocientos euros no son nada para él. Y ya le he dicho: "¿pero no sabes que eso deja secuelas?" que el día que se quiera quedar preñada de verdad no va a poder. Y ella me dice qué va, si es muy fértil. Y bueno, que ni que sea hijo suyo ni que no, porque a saber, ella corre donde él, que sabe que lo va a pagar por la cuenta que le trae.
- No hace falta que lo jure. Desde luego, menuda telenovela.
- Y espérate a que empiece a trabajar ella con los hijos. Desde las diez de la mañana a las diez de la noche la ha dicho. No sé cómo va a terminar eso.
- Lo que si está claro es que los tiene más gordos que el caballo del Espartero.
- Y ella diciendo que va a dejar a la mujer por ella. Y yo le digo: "¿Y si tanto te quiere por qué no deja que te quedes embarazada y tengáis el hijo juntos?" Pa' chivar la quiere.
- Tu amiga es idiota.

miércoles, 5 de marzo de 2008

Ay, Campanera

El otro día Yeni me comentó que quería irse de compras, que tenía unas ganas loquísimas de gastarse el dinero de la beca en Pimkie.

- El problema es que como soy bajita, mi madre tiene que meterme todos los pantalones.

Una cosa llevó a la otra, y terminó sacando el tema de las campanas, los cilindros y los diábolos.

- Mira, eso es una tontería. - Le dije yo, harta ya del tema de la catalogación femenina - No sirve más que para acomplejar más. Campana es la culona de toda la vida.
- ¡Joder! Entonces esa soy yo. No, bueno, que yo soy un retaco. Yo soy cilindro, que ya me lo dijeron mis amigas, que si midiera un poco más tendría el cuerpo perfecto. Porque es ese, cilindro. El que tiene que ser horrible es el diábolo. Pobre la que tenga ese cuerpo, qué deforme,.
- Se supone que el cuerpo perfecto es el diábolo: 90-60-90.
- Pues a mí me parece deforme. Joder, que espalda tiene que tener para tenerla igual de grande que el culo. Esto es como una amiga mía que pesa cien kilos y siempre dice que tiene la 36. Que me dirás tú, cómo que eso no se nota. Una 36, dice. Así que cuando fuimos a comprar los petos de la peña para las fiestas de mi pueblo, para joderla - aunque esto reconozco que es tener mala leche - la cogimos la talla M. Claro, jajajjajaja, no cabía. Que patética. Y luego decía que tenía una 36, con cien kilos. Claro que también depende de en qué tienda de ropa te compres las cosas, porque el otro día me compré tres pantalones de la talla 36. Y yo pensaba que había engordado, porque me lo noto, ¿ves? - Obviamente, no le iba a decir que sí, pero sí. - Pero nada maja, que me compré tres pantalones de la 36. - Es curioso, teniendo en cuenta que el otro día vi sus pantalones colgados de la ducha para que se secaran... y la etiqueta marcaba la 42. - Pero bueno, que ahora que van a cambiar las tallas la van ha hacer peor. Claro, fíjate que las anoréxicas van a comprarse un pantalón de la 36 y por el cambio de tallas se tienen que coger una 38, pues, joder, me dirás tú que no se van a ponera potar todo el día. Claro, y luego que te digan: "¿una 38 campana, cilindro o diábolo?" Pues las matan. Yo que tengo una 40, si ahora me dicen que tengo una 42, ¡joder que depresión!
- Hombre, de todas formas no está tan mal. Mira, el año pasado me fui a comprar un vestido en el Corte Inglés y todos los que me probé me estaban grandes de pecho pero estrechísimos de cadera. Vamos, que necesitaba la salvación de la campana.
- Esa es otra, porque yo no tengo tetas. Eso sí, tripa, no veas tú que tripa tengo. - Sí, ya la veo, y qué caderas... Cómo te compras los pantalones bajísimos y ceñidísimos... - Y luego mi abuela siempre me dice la misma: que me opere. Y digo yo, ¿pero mi abuela no tendría que decirme lo contrario?
Uff... me mareo. ¿Cómo puede hablar tan rápido esta mujer?

martes, 4 de marzo de 2008

Enigma

No entiendo por qué hay un número tan grande de profesores de mediana edad que llevan chalecos de rombos.