lunes, 25 de febrero de 2008

And the oscar goes to... Rajoy!

Hoy hace un día maravilloso. Se nota que va terminando el frío de febrero para dejar paso a marzo. Es curioso que diga esto, me refiero a hablar de marzo como el mes inicial del buen tiempo, pues no hace mucho tiempo marzo seguía siendo un mes de frío y chubasquillos varios...
El caso es que febrero va terminando, y con él los exámenes... Pero hoy he salido tan contenta de un examen, y al salir de la facultad me he encontrado con la luz del sol y este buen tiempo... No sé, ha estado bien.
Y me he sentido tan bien que no me ha molestado en absoluto ponerme a limpiar todo el apartamento de arriba abajo. Me he sentido con tanta energía positiva que hasta me he puesto un disco de Hole y he cantado con la escoba mientras barría el salón. En fin... Qué más puedo decir.
Y también me he alegrado por el Oscar de Bardem, aunque no olvido (como parecen haber hecho todos los medios de comunicación) los demás ganadores, entre ellos Daniel D. Lewys y una actriz de cuyo nombre no me acuerdo pero que me encantó en su papel de madre en Tumbsucker.
Después de comer, Yeni y yo nos hemos sentado frente al televisor como un par de subnormales producto de nuestro tiempo, y gracias a que los informativos de todas las cadenas no dejaban de hablar de los premios y de la campaña electoral, mi compañera de piso y yo hemos compartido una fantástica conversación sobre cine y política. Algo que no hemos hecho desde que comenzáramos a vivir juntas.
Y ha sido fantástica porque somos totalmente diferentes. Sí, lo sé, comencé este blog con la intención de contar mi día a día de convivencia con alguien totalmente ajeno a mí. Pero es que hoy me he dado cuenta que pese a su terrible adversión a la limpieza y sus afición a Cadena Dial, y precisamente gracias a esto, a las diferencias, hemos podido mantener una conversación sin incomodidades.
Como es ya habitual en ella, ha comenzado hablando de que en su pueblo ahora hay hasta negros. Como habitualmente, me he sentido molesta por este comentario y he optado como habitualmente hago por callar. Pero al salir Bardem y coincidir ambas en que no es atractivo ni mucho menos sexy, ella me ha empezado a hablar del truño de película que vio este fin de semana con su novio: la segunda pare de Mortadelo y Filemón. Y así, ella me ha hablado de las últimas películas que ha visto (Rambo entre sus favoritas), y yo de las mías (Juno entre mis predilectas... y No es país para viejos, sin duda). Después hemos hablado sobre Rajoy y Zapatero. Ella tira hacia la diestra, muy a la diestra. Pero hoy no ha arremetido contra Zapatero al más puro estilo COPE como ella suele hacer, sino que ha optado por concluir con que en esta campaña, ni Rajoy lo está haciendo bien, aunque gracias a las preguntas con trampa que le hicieron a Zapatero y Rajoy el otro día en una entrevista en telecinco que yo no vi, pero ella me ha dicho:

- Pues ganó Rajoy, pero cómo no va a ganar si le preguntaron si le parecía bien cómo iba la economía en España (que eso, pues, joder, cómo pa' decir que va bien) y que qué hubiera hecho él. - Mira su lata de Red Bull y añade: - Uno de mi pueblo se ha muerto por tomar no sé cuántos Red Bulls anoche para estudiar. - Lee los ingredientes - Claro, es que tiene B12. Un amigo mío siempre bebe dos Red Bulls antes de irse a casa los sábados, porque así se le pasa la borrachera y puede conducir sin dar positivo en los controles. ¡Cómo va a ser malo el Red Bull, si son todo vitaminas! Otra cosa es lo que le pasó a un amigo de mi novio, que se cayó por las escaleras de una discoteca. ¡Eh, dos pisos la discoteca! Y bajó rodando porque no se tenía en pie. Bueno, pero eso era distinto porque iba puesto de espid, y luego dijo cuando despertó: ¿nos hacemos unas rayitas? Y yo le dije: ¿pero tú eres tonto? Y así todos los findes, y siempre me dice que controla. Sí, ya te digo yo lo que controla.

- Madre mía que anormal.- Concluyo yo.

viernes, 22 de febrero de 2008

la hipocresía es un homenaje que el vicio rinde a la virtud.

No me encuentro bien. No sé describir perfectamente qué es lo que me ocurre, quizá pueda resumirlo brevemente en una jaqueca continua, desgana. Un sentimiento continuo de impotencia de cara a la carrera.
Quizá es que me esperaba otra cosa, o sólo pasa que soy demasiada vaga y no me esfuerzo demasiado, que pensé que sería más fácil y ahora me estoy dando la hostia cayendo en picado. No lo sé.
No me veo ni siquiera capacitada para escupir lo que siento. Me he quedado sin iniciativa creativa, tal vez nunca la tuve y me estuve engañando a mí misma. Yo qué sé.
Tengo unas ganas insostenibles de emborracharme, de reír hasta reventar. Tengo ganas de hacer algo bien y que se reconozca mi esfuerzo, pero es que estoy tan bloqueada que cualquier esfuerzo se me antoja tremendo.
Me siento impotente e inútil en todos los sentidos, en todos los campos, incluso en aquello que mejor se me da que, se supone, es escribir.
No me encuentro bien en clase. No soy capaz de relacionarme con mis compañeros ni con mis profesores, no me siento en absoluto identificada con ellos. Me parecen pedantes entre ellos y pelotas con los profesores. Los profesores, yo qué sé. No sé qué decir de ellos otra cosa más que que no me enamoran. No hay ningún profesor que por su magistralidad me invite a ir a su clase como hicieran determinados profesores que tuve en el bachillerato o incluso hace un año, cuando comencé con ilusión esta carrera.
Pero ahora que estoy alejada, no mucho pero sí más que hace un año, de las grandes amistades que forjé en mi anterior residencia; ahora que estoy alejada de mi novio, y que con mi compañera de piso no comparta ningún gusto musical, cinematográfico, literario, sin mencionar las grandes discrepancias que nos separan en cuanto a ideología política se refiere. Sinceramente, no siento que nada, absolutamente nada, me ate a este lugar.
Tengo unas ganas locas de emborracharme, cuento los días que quedan para volver a estar junto a mi novio o que llegue el fin de semana para quedar con mis amigos.
Pero, ¿para qué? Para que vuelva el sábado y me meta en un bar donde la música, la aglomeración de gente y el humo no me permita mantener una conversación con dos de mis mejores amigas a las que apenas veo una vez por semana. Joder, o no valoro las cosas o las valoro demasiado como para conformarme con unas cuantas horas en un bar, sin apenas diálogo y cachi de calimocho en la mano.
Necesito sentir un vínculo afectivo cerca de mí. Necesito sentirme humana y existente.
Parezco gilipollas hablando así y quizá es que soy patética y tan pedante como ellos.
Ellos, que salen ahí fuera después de su clase, después de ponerle verde (al profesor, se entiende) echándose unas risas con él. O, más bien, riéndole las gracias para ganar algo. Quién sabe qué. Perdiendo dignidad para ganar un interés. Crecer en falsedad para lograr algo, aunque no tienen la certeza de que lo vayan a conseguir. De todos modos seguirán siendo igual de patéticos. Yo también lo soy, lo sé, de otra manera, en otro nivel, o en otra escala. Sea como fuere soy idiota e idealista. Y más patética aquí por escribir de forma anónima en un blog.
Pero al menos tengo claro lo que pienso y soy coherente con ello.
Alquien dijo que la hipocresía es un homenaje que el vicio rinde a la virtud.

jueves, 21 de febrero de 2008

Lluvias y Chubascos

Me he levantado, como cada día, a las ocho de la mañana y he abierto la nevera para coger mi brick de leche desnatada, he cortado el café, lo he metido en la nevera (el brick, no el café) y al cerrar la nevera ésta no lo ha hecho del todo. No es gran novedad, porque ya el fin de semana vi que no cerraba herméticamente, pero es que hoy ni siquiera llegaba a tocar la puerta con el borde del frigorífico.

En ese momento pensé en insectos que se adentraban en la nevera, pelusillas, caimanes, leones, moho, cigarrillos, edificios, camiones.

Tenía que irme a clase, así que cerré como pude y me fui.

Al volver al mediodía, me encontré con todas mis cosas fuera de la nevera, ésta abierta chorreando agua, y Yeni dándole con el secador para derretir el hielo.

- ¡Tenías los yogures calientes! – Me dice antes de que llegue a preguntarle nada.

– Esta mañana, me he ido a trincar un zumo y estaba caliente, y vamos, que la leche no la he tenido que calentar.

La cocina estaba literalmente inundada. Charcos por todos lados... Y Yeni pasando la fregona de vez en cuando.

- Podías haber puesto hojas de periódico o de revista que hay por ahí...

- Nah, que he puesto antes una toalla y ahí sigue secándose.

Entro al baño y veo la toalla llena de mierda chorreando en la bañera. Perfecto, no ha barrido antes de desenchufar la nevera. No quiero ni pensar cómo va a quedar el suelo de la cocina, pero a juzgar por lo negro que está el recambio de la fregona me puedo hacer una idea.

¡Joder!

Estoy cansada, últimamente no me duermo hasta tarde y lo único que quiero al llegar a casa, más que comer es echarme la siesta. Pero claro, son ya las cuatro menos veinte, ella se tiene que ir a clase y la cocina sigue llena de charcos... oscuros. Mientras me hago la comida: un platito de raviolis al pesto, veo los charcos y me asquea la idea de comer cerca de ellos, así que me dispongo a hacer lo que ella no ha hecho: empapelar el suelo de la cocina con el veinte minutos.

Ya son las cuatro y hay tres cosas que quisiera hacer: descansar viendo amar en tiempos revueltos, que, lo sé, es una mierda como una catedral pero me gusta; ver Sé lo que hicisteis o, simple y llanamente, estudiar. Sin embargo, la tarde me espera con algo mucho más excitante: limpiar. Qué raro.

Lo primero, el baño. La pila está llena de pasta de dientes blanca. La mía es verde, así que no es difícil deducir de quién es esa papilla, y la bañera embadurnada de agua oscurilla. Me pongo los guantes y cojo un producto que no tiene ni nombre, pero que es extremadamente corrosivo para desinfectar la bañera, la pila y el inodoro. Compré ese producto, junto a un desinfectante específico para baños, un friega-suelos, una bayeta y unos guantes y los dejé bajo la pila, en una esquina. Creo que no los haya ni tocado.

Barrí todo el apartamento a fondo, a excepción de su habitación, lógicamente, y pasé la mopa atrapa polvo por todo el apartamento: una pasada con una cara de la gamuza y una segunda con la cara b.

Una vez el veinte minutos se llenó de (más) mierda, lo tiré a la basura, que es en donde debía haber estado hace mucho tiempo y limpié la cocina: la encimera llena de migas, la cocina eléctrica con goterones de aceite que, al parecer, son imperceptibles par­a sus ojos... Y cogí la fregona y el cubo, lo limpié como pude y lo llené un poco menos de la mitad con agua caliente y un chorrito de friega-suelos aroma limón (mi limonero, cada día te quiero más) para fregar a fondo perdido todo el apartamento y, a continuación, pasar otra vez la mopa atrapa polvo: una pasada con una cara de la gamuza y una segunda con la cara b.

Ya son las cinco, hora de estudiar. Hoy no hay siesta, pues debo aprovechar ahora que estoy sola para estudiar... Hasta las nueve que llegue Yeni y ponga la puta tele.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Saluda del alcalde

Hola a todos, soy Ebichu y vivo con una Yeni.

No tenía previsto escribir un blog, la verdad es que siempre me ha parecido un poco estrambótico eso de publicar cosas más o menos personales en internet... Pero creo que mis vivencias con mi compañera de piso deberían ser conocidas. Y no porque sean exclusivas, que en cierta manera... pues lo son, sino porque creo que no soy la única persona que está viviendo o ha vivido esta experiencia y me parece interesante poder compartirla con más gente... para que me aconsejen qué hacer en determinados casos.
Resulta tan complicado a veces... Intentar estudiar mientras Patricia Gaztañaga habla a todo volumen desde la televisión, o que al llegar a casa me reciban la Húngara y Melendi... y muchas cosas más que comportan mi día a día desde hace hace apenas medio año... uf, pensé que había pasado más...

Poco más, sólo daros la bienvenida a este cuaderno de bitácora.

Ebichu.